Las gafas

Editado a las 01:00 del 2005-03-03

Me ocurre más o menos cada dos o tres años: la inevitable rotura de gafas. El percance puede ser de lo más variopinto: tal vez se me caen al suelo, se parte el puente central, o simplemente se cae una lenta cuando estoy limpiando la otra. En todo caso de lo que no me puedo escapar es de visitar la óptica de urgencia cada par de años.

La última fue el domingo pasado. Nada más despertar, al coger las antiparras por la mañana me encontré con que una patilla se había salido -supongo que se partieron al doblar las patillas antes de irme a dormir-.

Como si fuera MacGyver -experiencia que tiene uno- hice un arreglo de urgencia, entablillando la patilla rota con esparadrapo y un par de palillos de dientes y pude bajar al coche donde tenía las gafas de recambio -otra vez, experiencia que tiene uno-. Además en este caso doblemente providencial, porque en el anterior estropicio tuve arrestos -y dineros, vaya que sí- para encargar unas gafas completamente nuevas y el cristal que se había roto para tener unas gafas de recambio.

Pues con estas gafas viejas estoy, que veo menos que un gato de yeso y además parezco una azafata del "Un, dos, tres", y no quiero decir que en condiciones normales tenga precisamente una vista de lince. Todo hasta que traigan a la óptica una patilla adecuada -afortunadamente, la referencia y el modelo no se habían borrado con el uso así que el óptico la pudo encargar-.
Espero que las que tengo ahora aguanten hasta entonces.

En fin, un desastre, ya os digo.

2 comentarios

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Comentarios

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De: maldita Fecha: 2005-05-23 18:27

Si yo te contara una de un día que estaba en playa con mi novio, el cual no conducía (y ahora sí y se va a comprar un coche negro más de niñaco...) y se me rompieron las gafas y perdí justo el cristal del medio (como comprobé cuando, cual puzle, recompuse los cachitos que fuimos encontrando)y vinieron a recogerme mi hermana y el kuñi en el coche del parre, y pincharon a cinco minutos de la casa, en mitad de una curva, y no había luz para cambiar la rueda, ni móviles con batería, y nadie sabe ni cómo llegaron, y dejamos el coche alli, y subimos en el mío (ya con gafas de repuesto, que me subieron los accidentados). Y al final mi novio ni llegó al trabajo. Y si te contara cómo en mi único día libre tuve que bajar en mi coche y con mi parre a por su coche a cambiar la rueda y subírnoslo de nuevo a casa, y cómo, en el Suspiro del Moro empezó a echar humo. Resulta que el pobre ha tenido que cambiar de coche... y yo me he operado la miopía porque está visto que mi ceguera sólo trae desgracias a ésta, mi familia.



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De: beatrizia Fecha: 2005-05-24 09:42

Calla, calla! No me lo recuerdes! Todavía recuerdo al cuajao de la grua que decía que no podía cambiar la rueda porque tenía que sujetar el gato...