Morirse en un blog
Editado a las 10:03 del 2005-10-19
No creo que pueda clasificarse a Haro Tecglen como un bitacorista de pura cepa. Su página es un regalo que su familia le hizo al cumplir 80 años, y supongo que alguien se encargaría de introducir las historias y administrar el sitio (trajín tecnológico en el que no me figuro metido a Eduardo). Sin embargo, en su bitácora cada día aparecía una historia (aunque fuese la que publicaba en El País) y uno podía sumergirse entre la marabunta de troles y admiradores, y comentar. Cuentan que jamás se borró un comentario de esa bitácora.Viene esto a cuento de qué distinto es morirse en estos tiempos que corren. Antes uno hubiera abierto el periódico (bueno, los que leyeran periódicos) y se hubiera encontrado con la necrológica y probablemente la esquela y ahora te encuentras una entrada en uno de tus feeds y no sólo tras la defunción sino incluso días antes. Algo parecido ocurrió con Bob Moog: la noticia de que su estado era casi irreversible corrió como la pólvora y su bitácora (nuevamente tampoco una bitácora al uso, pues estaba montada en el hospital donde recibía tratamiento) fue objeto de innumerables visitas, muestras de apoyo, despedidas...
Se mezcla la esperanza y deseos de recuperación con las solemnes despedidas, los insultos de quienes no respetan ni a un moribundo, los ánimos a la familia. Y durante unos días (uno y pico en el caso de Eduardo, algo más cuando Bob) uno está en vilo, esperando novedades que llegarán por el agregador.
Son tiempos distintos, supongo.