Pictolines
Editado a las 20:09 del 2006-03-13
Hacía ya bastante, bastante tiempo que no me echaba a la boca un caramelo Pictolín. El sabor de uno de ellos era una de esas sensaciones que me han quedado esculpidas en la memoria desde los tiernos años de la infancia. Pues bien, hoy en el Alcampo me he hecho con un puñado de ellos. Debo reconocer que, en contra de lo que me esperaba, el sabor es exactamente el mismo que hace veintitantos años: ese eucalipto dulzón que te hace darle vueltas y más vueltas al caramelo mientras se disuelve en la boca.
Pero, ¡ah! No todo iban a ser parabienes. Si bien el sabor del caramelo sigue siendo el mismo, su tamaño ya no lo es. Ahora el caramelo es bastante más escuchimizado, ya no son esas poderosas píldoras como supositorios que llenaban media boca. Ahora en un par de chupadas ya te has ventilado el caramelo. ¡Pero eso no es lo peor, amigos!
He aquí la fechoría que han hecho los nuevos fabricantes de Pictolines (ya no son producto de El Monaguillo, Alicante)... compárese el nuevo caramelo con el clásico, que aparece al principio de esta entrada: se han cepillado el clásico envoltorio de papel y lo han sustitutido por un vulgar envoltorio de celofán, como el de los legendarios pero inferiores caramelos de anís. Esto es de todo punto inadmisible pues con este movimiento comercial (sin duda, el celofán debe de ser más barato que el papel) se ha extinguido el noble y habilidoso arte de volver a doblar cuidadosamente el envoltorio del Pictolín usado para dejarlo en la mesa esperando que algún incauto se crea que tiene un caramelo en su interior.
En fin, mis queridos lectores y lectoras, toda una tragedia. Con cosas como esta comenzó el declive del imperio romano.