Feria de Málaga: descamisados no, gracias
Editado a las 08:18 del 2006-08-08
Me entero de que los hosteleros no quieren descamisados en la Feria de Málaga. Las razones son, al parecer, la mala imagen que dan las multitudes de hombres sudorosos que se agolpan en un lado y otro de las calles de la capital malacitana y que, según declaraciones de Rafael Prado (presidente del Centro Histórico), "confunden la playa con el Centro".Me parece una buena idea. Las últimas veces que estuve en la Feria de Málaga (creo que fueron hace un par de años, tal vez tres) la Feria del Centro me pareció más una pocilga un invernadero donde cocerse entre cagadas de caballo y meadas por doquier que otra cosa. "Claro", dirá algún lector, "eso es síntoma de que te estás haciendo viejo, supuesto filósofo."
Y es verdad. Yo mismo me quedé dormido alguna vez en una mesa de madera, entre vapores de Cartojal, y cuando me desperté mis acompañantes se habían ido y había otra gente sentada. Para cuando me estaba haciendo una composición de lugar me rescataron y me llevaron a refrescarme. De esto hace ya unos cuantos añitos, tal vez una década. Ahora, que ya dejo de rozar los treinta por arriba, no es esta precisamente mi idea de pasar un rato agradable.
Pero ya por entonces reconocía que la Feria del Centro no era más que una enorme borrachera colectiva (cosa, por cierto, que no es muy diferente al resto de fiestas que adornan esta nuestra piel de toro: la gente que asiste a los Sanfermines, el descenso del Sella, la tomatina de Buñol, el Rocío, etecé etecé no son fiestas bien regadas). Lo único es que entonces no me importaba y ahora me importa algo más, lo suficiente como para preferir abstenerme de pasar por Málaga en estas fechas, como en Semana Santa.
Lo que no deja de parecerme gracioso, por absurdo, es que lleguen ahora los señores hosteleros a quejarse de que la Feria del Centro se ha convertido en refugio de borrachos ruidosos, cuando han sido precisamente los bares del centro los que han fomentado por acción y por omisión estos comportamientos. Por omisión, alquilando los locales a gente cuyo objetivo -legítimo, por otro lado- es tratar de facturar cuanto más dinero mejor durante la semana de feria mientras el dueño del garito se encuentra de vacaciones. Por acción, con la instalación de tremebundos altavoces por todas partes atronando la música fiestodiscotequera hortera del verano y abusando de los horarios de cierre.
No sé qué clase de orejas se le está viendo al lobo pero ahora es tarde: si los bares no venden a los asistentes de la Feria, ésta se convertirá en un macrobotellón que ríete tú del de la Huerta del Rasillo.