Bush y la comunión
Editado a las 23:15 del 2006-09-06
Inauguro esta temporada con una historia que se remonta no a las vacaciones recién acabadas sino a mi anterior viaje a Estados Unidos del año pasado. Como dije en la historia, el viaje fue una oportunidad que surgió de acompañadar a mi cuñada -que había sido invitada como dama de honor- a una boda en Providence, Rhode Island.
No comenté entonces una cierta anécdota que, como se verá, he recordado la semana pasada. La boda se celebró por el rito católico y resultó que el sacerdote era, a la sazón, hermano de la contrayente. Se trata del reverendo padre Matthew Glover, Matt para los amigos. Matt ofició una boda como nunca he visto en España, aprovechando que era familiar de muchos de los allí presentes no dudó en recurrir a chistes y chascarrillos casi dignos del Club de la Comedia para que la ceremonia transcurriese en un ambiente distendido y agradable -algo, ejem, poco frecuente en las bodas a las que he tenido ocasión de asistir en España-.
Durante los días que conviví con él y su familia Matt se percató de mi -por decirlo de alguna manera- falta de fervor religioso en general. Esto, junto con el hecho de que allí (probablemente por no ser la confesión religiosa dominante los ritos se siguen más a rajatabla) todo el mundo comulgaba (cuando digo todo el mundo, era todo el mundo presente en la Iglesia) planteaba un pequeño problema; por un lado yo no podía ser forzado a comulgar y por otro lado para un cura no es lógico dar la comunión a quien manifiesta de manera descarada su increencia. Tampoco estaba bien que hubiera gente que cantase en la ceremonia sin levantarse a recibir la comnión.
Así que Matthew propuso que los no católicos avanzásemos en la misma fila que los demás pero con los brazos cruzados en forma de aspa sobre el pecho, de forma que cuando llegásemos frente a él en lugar de darnos la comunión, simplemente nos bendecería. En esta tesitura por lo general hubiese optado por quedarme sentado (y hubiera sido el único) y si a alguien le picaba que se rascase, allá cada cual. Pero no podía hacerlo: primero porque toda la familia Glover nos recibió y trató a cuerpo de rey y no hubiera estado bien tensionar el ambiente con el propio cura y su hermana casadera, en segundo porque tampoco era plan de quedar mal con mi familia política y en tercero porque agradecía que tuviese el detalle de pensar en quienes no creemos en ninguna trascendencia (aunque realmente se refería a quienes no fuesen católicos, en general)
De esta manera, con la corbata puesta, me llegó mi turno como al resto de los allí presentes y recibí las bendiciones del padre Matt, que agradecí y volví a mi sitio.
Y así hasta hace una semana, cuando Dubya visitó Nueva Orleans y asistió a una ceremonia religiosa en la Catedral de Louisiana. En la foto a tamaño completo, que no he podido encontrar en la red, pero que apareció publicada en El País, aparecía su señora esposa recibiendo la comunión y Bush de la guisa que vemos en la foto. No creo que mucha gente se percatase del detalle -que también carece de la mayor importancia, dado que Bush es, si no me equivoco, de confesión evangelista-.
Así que una cosa queda clara: por más que se la merezca, George Bush no quiso que le dieran una hostia (ni media) en Louisiana.