Como en una peli de Schwarzenegger.
Editado a las 23:44 del 2003-02-06
Esta mañana he tenido más compañía de la habitual al despertarme, a eso de las 6 y media. Me gusta levantarme con tiempo, pues no puedo despertarme y dar un salto de la cama y echarme a andar. Suelo estar demasiado espeso durante bastante rato como para levantarme con la hora pegada. Por tanto me gusta tener tiempo para despejarme, que suelo aprovechar para (ejem) leer el correo que haya recibido durante la noche, poner el café y preparar las tostadas y el zumo de naranja justo después de despertar a Bea que, ella si, tiene el superpoder de levantarse de la cama de un tiron.Pero, como digo, esta mañana he tenido más compañía de la habitual.
Al encender la luz del baño, allí estaba. Una cucaracha. Negra, muy negra y grande, bastante. Tal vez destacaba más sobre el azulejo blanco del cuarto de baño. Juraría haber llegado a apreciar cómo movía las antenas, aunque eso no puede ser cierto dado que hacía 30 segundos que había apagado el despertador y aún estaba somnoliento.
Aún no había llegado lo peor, sin embargo. Conociendo que estos bichos prefieren la oscuridad, decidí apagar la luz para no ahuyentarla, cerré la puerta del baño y fui a la cocina donde tengo el matacucarachas. A la vuelta, lo peor se confirmó: ya no estaba allí.
Fue entonces, y sólo entonces, cuando sentí aquello. Se me pusieron los pelos de punta. Conozco la sensación, pues siempre es la misma y con el mismo tipo de bicho. Sientes un fuerte rubor en las mejillas, y algo parece recorrerte el espinazo de abajo a arriba, acabando en los hombros. Una primigenia reacción que han sentido los antepasados de mi especie -y los de otras especies también- desde millones de años atrás, aunque espero que no por la visión de cucarachas. Odio las cucarachas, pero odio aún más las cucarachas que no puedo ver.
Allí estaba yo, cargado de mi arsenal químico, acechando en busca de la cucaracha pero igualmente acojonado. Millones de años de evolución separan al insecto (¿es un insecto? ) de mí, que soy el punto culminante de la evolucion en este planeta -de momento-. Y sin embargo, parecía que yo era la presa y no el depredador.
Ni qué decir tiene que no encontré al bicho, a pesar de fumigar generosamente los rincones del baño. Solo espero que no se escaqueara inadvertidamente a otra de las habitaciones (¿como narices me cargo una cucaracha en una habitación enmoquetada sin estropear el suelo?) Y dado que no encontre el cadaver, no puedo asegurar su muerte. Y si no puedo asegurar su muerto, debo creer que el bicho sigue vivo. Cucarachas 1, yo 0.
En fin. Esta tarde entraré con un susto especial en la casa.