Hablando de música, viajes y oportunidades

Editado a las 16:24 del 2003-05-21

Hace algún tiempo yo solía ir a conciertos de música. No me malinterpretéis: no hablo de conciertos de música clásica, claro. En mi época juvenil, cuando las miserias del estudiante de Informática apretaban y yo trataba por todos los medios de descubrir qué quería que fuese de mi vida, sentía verdadera inquietud por el mundillo musical. Era, pues, asiduo de los baretos musicales malagueños. Que los había, y supongo que los seguirá habiendo, aunque a duras penas.

De todo el corpus de sabiduría musical que llegué a atesorar embotado de ginebra había una formación que me llamó especialmente la atención. Se llamaban Juggle Jazz. La primera vez que vi un concierto de ellos fue en La Casa del Conde y no eran un grupo convencional. Dado que se movían en el terreno del funk y el jazz -un sonido muy parecido a Jamiroquai-, tenían obligatoriamente que ser muchos miembros: tan sólo la sección de viento eran tres. A eso se sumaban un bajo, una guitarra, teclados y batería. Cantaban un chico -que era, obviamente, de origen extranjero porque no cantaba con el típico ingles con acento español- y una chica le hacía los coros. Lo que más me llamaba la atención era la música. Era un grupo atrevido que se basaba en la destreza de los músicos para hacer una música que tenía un punto de frenética o desbocada: era como si necesitaran ser pulidos, como diría Ramón Trecet.

El caso es que lo exhuberante del grupo, su propuesta musical, el virtuosismo del teclista sobre un DX7, el culo de la corista o lo que fuese me gustaba, y cada vez que me enteraba que actuaban en algún local malacitano allí me plantaba yo. Corrían los tiempos en los que me conocía perfectamente el estrecho circuito de la ciudad: el Onda Passadena, el ZZ-Pub... de una forma o de otra, y dado que no eran obviamente un grupo de masas, al final mi careto acabó por sonarles de alguna manera y no era raro que de vez en cuando charlásemos brevemente tras algún bolo (lo cual no era de extrañar porque en Málaga al final uno se acaba conociendo todas las caras de los crapulitas que deambulan por las madrugadas de los lunes a los martes). Recuerdo incluso una vez que, bajo el efimero nombre de Supernova, se presentaron a tocar en versión reducida en el Fraggle Rock y éramos tan pocos que hasta en alguna copla nos invitaron a cantar en una suerte de extraño karaoke (wish me love a wishing well, a kiss and tell ... .

Y la vida seguía. Del rebote más inesperado acabé en Madrid y descubrí que había cambiado las redes neuronales por los sistemas de telemando y control en tiempo real. Y mi vida seguía sin decidirse. Recuerdo cómo tuve la sensación de que alguna pieza cósmica había terminado por encajar cuando en La Guía del Ocio matritense apareció un concierto de los Juggle Jazz. Al igual que yo, probaban fortuna en la capital del reino. Nuevamente la rueda se echó andar y durane algún tiempo seguí las andanzas del grupo por diferentes locales. Mi vida social en Madrid se intensificaba, así que solía llevar otra gente conmigo a ver las actuaciones de mis admirados músicos. Casi todo el mundo terminaba quejándose de que la música era muy rara: eso para mí era síntoma inequívoco de que se trataba de un grupo excepcional que se la jugaba en cada canción. Lo fácil que sería, decía yo, hacer mero pop... Fui dos noches seguidas al Honky Tonk a ver sendas actuaciones, los vi en el Moby Dick el día que celebraba mi cumpleaños (cuando mis compañeros de trabajo me regalaron una taza con la cara del Monstruo de las Galletas cuando la banda atacaba los primeros compases de su glorioso The Cookie Monster), los vi en el Capote la noche que Susana la corista, que cada vez se metía más a cantante, me dió una maqueta en cassette del grupo que guardo como oro en paño y los vi en el Siroco. Tampoco dejé de verlos cuando daba la casualidad de que tocaban cuando yo estaba en Málaga (por ejemplo en El Festival de la Primavera del 99)

En fin, juraria que he sido la persona que más conciertos suyos vi -familiares y amigos aparte-.

Finalmente les perdí el rastro. No volví a encontrar más anuncios de conciertos ni en La Guía del Ocio ni en los periódicos locales. Supuse que se habían separado, porque a fin de cuentas no es difícil de imaginar lo complicado que tiene que ser mantener juntas a tantas personas que integran una banda: no serían los primeros que se separan. Tampoco es que buscase sus andanzas con el interés de antaño, porque con el paso del tiempo ya había dejado de sentirme interesado por salir hasta las tantas -no hay nada como tener que entrar a trabajar a las ocho-. Así que, lentamente, el grupo pasó al olvido.

Pero Madrid siempre da una oportunidad y ellos eran tan buenos que tenían que conseguirla. Al final terminé por encontrármelos de nuevo, y fue en Málaga. Pero no en ningún bar. Fue en un videoclip en televisión. Habían despegado.

4 comentarios

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Comentarios

1
De: JJ Fecha: 2003-05-21 16:54

Quizás fuiste tú el que provocaste el efecto mariposa. Ya sabes, "una persona yendo a un concierto en Málaga hace que un grupo, dos años más tarde, firme con una multinacional". :-)



2
De: miriam Fecha: 2005-08-03 18:36

solo quisiera saber si la musica era es mala o que contiene su letra....

att smeralda
muchas grasias por la respuesta



3
De: Otro mártir de Juggle Jazz Fecha: 2008-09-30 13:10

En el capote en concreto había más gente viéndolos que tocando. Y lo de viéndolos es un decir, porque una columna estratégicamente colocada nos lo impedía parcialmente.

Ande estará el Forner ...?
Espero que allá donde esté, siga recogiendo pelos del baño, haciéndose herviditos y honrando a Zapata.

Muy bueno el yogur Lupi ... pero lo de griego ... no se , no lo acabo de pillar ?¿?

Esa Bea ....



4
De: Juan Lupión Fecha: 2008-09-30 15:36

Diez años ya, Juanito, diez años hacen ahora. Tienes mi email por ahí arriba, ¡a ver si nos vemos un dia!