La tomadura de pelo de Cascos (I)
Editado a las 18:32 del 2003-06-17
Tras darme el consabido saludo a ciegas, la joven cajera se quedó mirando lo escaso de mi compra. Eran unas cuchillas de afeitar -la más moderna tecnología de triple o cuádruple hoja-, unas pilas alcalinas y un librito en oferta titulado Guía para comprar y alquilar vivienda. La chica, que lucía un anillo de casada, se quedó mirando el libro y, con una sonrisa cómplice (¿acaso no lo son todas?), me preguntó: "¿Os váis a comprar un piso?"Supuse que se trataba de una cortés invitación a hacer algún comentario sobre los precios de la vivienda, sobre las tomaduras de pelo de Álvarez-Cascos, sobre la construcción desmesurada en la costa malagueña (¿hay de veras tanta gente para comprar tantos pisos?), o simplemente era una forma de solidarizarse conmigo: por supuesto, aquella cajera casada tenía que estar pagando también su hipoteca.
"Sí, vamos a ponernos manos a la obra", repuse.
"¿Conoce las hipotecas de Carrefour?"